Elena le notó extraño esa tarde. Estaba distante, algo que no era normal en él. Miraba por la ventana del salón casi sin pestañear. De pie. En silencio. Se pasaba largos ratos así. Respiraba profundamente viendo el movimiento de las hojas en los árboles agitadas por el viento otoñal.
De pronto,
como si la hora de comenzar un tenebroso ritual hubiera llegado, fue a su
cuarto a prepararse. Mientras se ponía los calcetines Elena le preguntó. Javi,
estás bien?. ÉL respondió, tengo miedo!.
No era para
menos. Esa tarde Javier se jugaba pasar primero o segundo de grupo del Open
Tenis Casino. Todo dependía de lo que hiciera en el partido que iba a disputar
contra Miguel en la pista 4 tan sólo unos minutos más tarde.
Con todo
preparado, abrió la puerta para salir de casa y dirigirse al club. Salió al
zaguán y cuando se disponía a cerrar la puerta apareció Elena impidiéndoselo.
Ella le cogió de las manos y le miró a los ojos. Al principio él rehuyó aquella
mirada tan profunda. Javi!, le dijo,
hagas lo que hagas estará bien. El la miró, y sin decir nada se giró, se metió
en el ascensor y desapareció entre las hojas metálicas de las puertas al
cerrarse.
Ya en el
club Javi acudió a la pista. Esperó unos minutos a que llegara su rival. El publico
iba apareciendo ordenadamente, nada extraño al tratarse solamente de Eduardo
Iraizoz que se colocó silenciosamente en la grada.
Tras el
peloteo y sorteo comenzó el duelo. El miedo inicial de Javi se fue convirtiendo
en furia a medida que avanzaba el partido. Golpeaba la bola con exquisita
precisión. Dejadas, globos, paralelos, cruzados… toda una lección de tenis.
Tras el ultimo punto que le daba la victoria por nueve juegos a uno, Javi
respiro profundamente, pero esta vez aliviado.
Crónica escrita por Miguel Escriche
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